En una nota de opinión dirigida a los suscriptores del diario Clarín, Gonzalo Abascal califica de “oportunismo político y manipulación estadística” a los análisis realizados por el Observatorio de la Deuda Social y por mí con relación a los últimos datos oficiales sobre pobreza publicados por el INDEC, correspondientes al segundo semestre de 2024. Sin ningún sustento, el autor me atribuye un sesgo político basándose en transcripciones parciales tomadas de medios de comunicación, sin revisar los informes publicados, ni contrastar información. Debido a que tales opiniones infundadas confunden y desinforman a la opinión pública, cabe responder con fragmentos con los análisis efectivamente realizados y que están documentados (https://uca.edu.ar/es/noticias/deudas-sociales-en-lista-de-espera-balance-social-2024):
– Según el último informe del INDEC, la pobreza en el segundo semestre de 2024 fue de 38,1%, una mejora frente al 41,7% del mismo período de 2023. Lo mismo ocurrió con la indigencia, que bajó del 12,3% al 8,2%. La mejora fue aún más notable al compararla con el primer semestre de 2024 (52,9% y 18,1%, respectivamente). En ese período, marcado por recesión, devaluación, liberalización de precios y ajuste fiscal, tal como anticipó el ODSA, la pobreza alcanzó entre 54% y 57%, y la indigencia entre 18% y 20% en el primer bimestre.
– Esta mejora se explica principalmente por la fuerte caída de la inflación y una relativa estabilidad del mercado laboral, donde no se observó una pérdida neta de empleo, aunque sí un deterioro en la calidad laboral. La reducción más marcada en la indigencia se relaciona con un incremento real superior al 35% en programas sociales. Estos procesos se enmarcaron en un ordenamiento macroeconómico tan agresivo como valiente que permitió una destacada estabilidad social.
– No obstante, estas mejoras presentan matices. Parte del descenso se explica por la comparación entre el cuarto trimestre de 2023 y el mismo de 2024 (47,9% versus 37,2%), un período atravesado por la crisis saliente y la entrante. Si se comparan los terceros trimestres, el resultado es casi idéntico (38,6% en 2023 y 38,3% en 2024), alcanzando valores promedio postpandemia. Aun así, la estabilidad macroeconómica y la caída de la inflación constituyen un activo importante y diferenciador.
– La pobreza puede descender algo más si continúa bajando la inflación, pero ya no mucho más. La efectiva caída de pobreza dependerá del aumento de la inversión, el empleo y las remuneraciones, y en estos aspectos aún no hay cambios significativos. Tampoco se observa una recuperación interanual en la capacidad de consumo corriente de los hogares. Esto se explica, en parte, porque la metodología oficial no capta los cambios en la composición del gasto: suba de costos fijos en servicios, transporte y comunicación, y menor ingreso disponible para consumo variable.
- En este contexto, todavía persisten múltiples pobrezas estructurales que exigen políticas de largo plazo que la sola reducción de la inflación no va a resolver. Por eso decimos que detrás de las mejoras en los estadísticos de pobreza por ingresos todavía no hay mucho para celebrar. La situación está estable, no estallaron las variables sociales, pero tampoco hay mejoras sociales tan significativas frente a lo mal que estábamos cuando estábamos mal. Es cierto que podría haber sido peor, y la estabilidad macroeconómica es un bien que debemos cuidar, mucho más por el hecho de que todavía estamos atravesando una crisis sistémica generada por una larga acumulación de malas praxis económicas. Sin embargo, salir de esta crisis requerirá no solo de tiempo sino sobre todo de una nueva ingeniería política y social.
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